Las mujeres cangrejeras y pesqueras de los barrios rurales y periféricos del Golfo de Guayaquil trabajan día a día para legitimar una actividad que históricamente ha sido realizada por los hombres. Su relacionamiento con el manglar no es nuevo. Para ellas el manglar es una fuente de vida que fomenta el cuidado de la naturaleza pero construye un tejido social fuerte y lo comunitario, permitiendo así compartir los labores de cuidado desde gobernanza, agencialidad laboral y territorial.